ANÁLISIS

El intendente que no se arrodilla (y los que miraron para otro lado)

30/01/2017

Miguel Lunghi no aceptó instalar la planta termoeléctrica a libro cerrado. El holding sojero que la impulsaba -encuadrado bajo la sigla MSU Energy- no evaluó muy bien a la ciudad que había llegado.

por
Elías El Hage

La Central Termoeléctrica está en el pasado por dos cuestiones: 1) Porque, en efecto, contaminaba. Habrá que ver cuánto. No saberlo es también responsabilidad del holding que nunca quiso presentar los papeles. 2) Porque el intendente municipal, aún frente a la opinión de buena parte de su entorno más cercano y confiable, desconfió. Y nadie que conozca a Lunghi osaría dejar pasar por alto su mortífera intuición.

¿Qué decía le intuición del jefe comunal? Primero, la certidumbre de que el desarrollo está ligado a la energía, y que si Tandil quiere resolver el cambio de su paradigma industrial, una Central Termoeléctrica le garantizaba su energía por cincuenta años. Como se lo aseguró la propia Usina en 1936 y más específicamente en las décadas del 40 y 50 cuando, bajo el liderazgo de la metalúrgica que inventó el admirable emprendedor Santiago Selvetti, la ciudad fue el epicentro del desarrollo fabril propio y foráneo. La Usina de las vecindades activas (no la de los holdings foráneos) por la que lucharon Nigro y tantos más lo habían hecho posible. Pero la segunda certidumbre de Lunghi era más fuerte que la primera: nunca desde que empezó esta historia (octubre del año pasado), MSU Energy había presentado lo que se le pidió: el informe de impacto ambiental que la planta traería, y muy especialmente el uso del agua y la contaminación hídrica. La empresa hizo de la dilación su modus operandi, a la par que empezaban los trabajos que legalmente podían hacer sobre el terreno comprado mientras -tan embalados estaban- reservaban el alojamiento del hotel Mullen para todo su personal.

A la par que las voces defensoras del medio ambiente se hacían oír en los medios denunciando que las centrales termoeléctricas producen una energía altamente cuestionada por el impacto de la emisión de gases de efecto invernadero y gases con graves perjuicios en salud humana y animal, el uso del agua y vertido de efluentes, más los impactos de la localización de depósitos de grandes cantidades de combustible, era evidente el silencio de radio del sector que supuestamente más se beneficiaba con la planta: el industrial. La única voz que habló a favor fue la del presidente de la Cámara Empresaria, Patricio Fernández. El resto, silencio. En pleno debate, la entidad camarista amagó con la publicación de una solicitada en apoyo a la instalación de la planta. Nunca salió. ¿Por qué? Porque Fernández se quedó solo en la protesta. Al silencio de sus pares debe sumarle el dato casi patético de que un hombre de la Cámara Empresaria, vinculado incluso a su comisión directiva, él y su hija, el industrial Carlos Martínez, estuviera en contra de la instalación de la Central Termoeléctrica. Para sumarle patetismo, debe constar en actas que Martínez es el presidente del consorcio del Parque Industrial, es decir del núcleo fundamental donde se espera el desarrollo industrial de Tandil a partir de la fuente energética que parecía haber llegado del cielo. Martínez, dicen, no se opuso a la planta por cuestiones ambientalistas, sino, ridículamente, por razones políticas. Desde hoy, aquellos emprendedores de la industria local que por debajo tildan a Martínez de ser un consumado experto en plagios industriales, (es decir la antítesis de un creativo, la antítesis de Selvetti o los Bariffi), tendrán otra razón para esgrimir por qué el sector perdió el tren de la historia: si desde la cúpula del mismísimo consorcio del Parque Industrial sabotearon la Central Termoeléctrica, toda queja hacia el futuro por falta de energía también tendrá un seguro responsable.

Fernández en estas horas no puede con el desconsuelo: es uno de esos pocos empresarios que aman de verdad el terruño, y que cree con absoluta convicción que la planta contaminaba poco, debido al factor mitigante de la tecnología de estos tiempos, comparando las ventajas superlativas cuya instalación representaba. Sabe que ni los 150 millones de inversión de la planta (que no quedaban en Tandil, salvo algunas monedas), ni las 40 fuentes de trabajo (muy pocas para semejante emprendimiento), son cuestiones importantes a la hora de mensurar la pérdida "de una oportunidad", como señaló cuando la historia ya estaba escrita. El presidente camarista debiera mirar hacia su propio sector, el de los empresarios e industriales, para observar qué poco y nada hicieron por una mega obra que venía con un bonus trac para la Usina: los 150 millones de pesos que demandaba la subestación de energía local, "una obra que a partir de la instalación de MSU el Gobierno nacional y provincial iban a terminar de concretarla", tal como declaró al diario El Eco el presidente de la Sociedad de Economía Mixta, Matías Civale.

La intuición de Lunghi instaló la primera duda en el holding. El jefe comunal cuando habla, enuncia. Y nunca es inocente o extemporáneo lo que diga, aunque en la extremidad de sus declaraciones pueda dejar pagando a su propio entorno. "El apuro de la empresa no es mi apuro", dijo, clavando el freno, al portal abchoy. Avisó que se tomaría un tiempo para estudiar con especialistas los perjuicios, o no, que podía provocar la planta. Y eso hizo, aunque desde el holding no recibió más noticias y el OPDS todavía debe estar esperando la papeleta. Como siempre, la biblioteca del tema encontró voces a favor y voces en contra, pero lo que definió a Lunghi tiene que ver con una cuestión de forma, fondo y estilo: con su rechazo atávico a la prepotencia. Y sobre todo a la prepotencia de la plata. En medio del debate interno que se libró en el seno del propio gobierno, los secretarios tomaron en  cuenta un momento de catarsis del intendente frente a la presión del holding  que amenazaba con que si el Municipio no firmaba el certificado para la instalación de la planta, la mudarían inmediatamente a otra ciudad. "A ver si nos entendemos, muchachos. Yo no estoy para arrodillarme frente a los ricos con muchos dólares que no presentan normas ambientales, ni de seguridad ni hídricas. Yo pienso en nuestros hijos y en nuestros nietos. La ciudad no empezó ni terminará con nosotros. Hace doce años que no tenemos energía. Esta gente en treinta días podría haber hecho el estudio y yo consultar con técnicos de universidades, y tomar la mejor decisión. Nunca lo hicieron. Yo me arrodillo ante los humildes, no ante los dueños del dinero que se llevan todo por delante", soltó.

Es evidente que todo no se puede, sobre todo cuando MSU dilató hasta el infinito lo que era obvio: si una empresa no presenta los informes ambientales es porque la planta contamina. Y como dijo un secretario del intendente: "Que contamina ya lo sabemos. Lo peor es que nunca nos van a decir cómo mitigar la contaminación".

La prepotencia de la billetera a la que aludió Lunghi tiene mucho que ver también con la garrafal estrategia de comunicación de MSU Energy. Les podrá haber ido bien en otras ciudades, pero Tandil no es fácil. Entrarle a la ciudad es todo un tema y lo primero que se debe hacer es conocer el territorio, informarle a la sociedad para qué vienen, cuál será el beneficio que recogerán los tandilenses con esta empresa y empatizar con el vecino en cuestiones que están casi en el orden de lo sagrado para nuestra comunidad: el cuidado de su medio ambiente y su naturaleza, ligadas por el cordón umbilical a eso que se llama calidad de vida. Nada de esto ocurrió.

Un holding por su propia naturaleza no tiene rostro ni pulso ni factor emocional que valga. El que acaba de irse se dedica a producir soja, está asociado a un fondo de producción europeo y como de electricidad su Directorio no sabe nada, tercerizó la instalación llave en mano en la compañía General Electric. Son, pues, la suma completa de la ajenidad y lo demostraron hasta en los modos con que llegaron y con que se fueron: excusándose mediante una mentira incontestable a través de una solicitada en los diarios.

Si decían la verdad tenían que hablar de que Tandil no le iba a tender una alfombra roja a quienes graciosamente y llevándose fortunas de ganancias podían envenenarnos el medio ambente. Dos cartas de los vecinos del barrio Arco Iris habían llegado al escritorio del jefe comunal, preocupados por eso que algunos -con mayúscula ignorancia- llaman "progreso". Nunca como ahora han coincidido y para bien el ciclo de la biología humana con la biología del poder: al decidir no arrodillarse, Lunghi miró también la sinuosa línea del futuro, la saludable ciudad de los bisnietos que fulgura, lejana, en el horizonte. Tomó la decisión que le agradecerá el Tandil que no verá. El del futuro. El de la posteridad. 

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