OPINIÓN
20/01/2017
(Por Lic. Ángel Orbea) El debate sobre la baja en la imputabilidad tiene una siniestra cláusula gatillo, que desde la sutileza tiene como enunciación: frente a lo que no se sabe, el encierro.
Para despejar esta cláusula conviene que el debate permita llevar a los adultos a que abran los ojos sobre cuestiones referidas a la adolescencia, y como arrastre el pasaje de
niño a adulto. Afirmar la cláusula no
será solo una brecha más, sino un fatal
muro productor de más delincuencia.
¿Qué es un adolecente en el presente? Es alguien que ha pasado la infancia y la
latencia, y por lo tanto tiene que
hacerse un cuerpo que esté en condiciones de procurar una economía y no tiene
con qué, ya que no cuenta con las monedas de la abuela, ni tiene acceso al
mundo del trabajo. Tiene que entrar en
los saberes establecidos pero los
rechaza porque se afirma en la creencia de que ya lo sabe todo porque sus padres así lo han supuesto. Tiene
que pasar por una desestimación de los padres pero no tiene referencias simbólicas válidas. Y
para no extender la serie, lo más importante: tiene que tomar posición respecto del goce
sexual.
Para este último
trámite el expediente es simple, hay dos lugares: lado mujer y lado
hombre, sobre la matriz de un posicionamiento donde no hay nada escrito y el
Complejo de Edipo establecido por Freud es determinante. Pero ocurre que el
padre desde hace un tiempo está en franca
declinación, ya que por ejemplo no es
más un ideal. Por caso recuerdo a un joven con problemas con la ley que se asqueaba del mameluco de trabajo de su
padre, al que por haber trabajado toda la vida lo consideraba "un gil". Por
otro lado la madre contemporánea está definitivamente inserta en el mercado laboral, y entonces
como lo afirmo Jacques Lacan en los 70` "ya no hay personas mayores". En
estas condiciones asumir una posición sexuada no es nada simple, y suele llevar
hasta la locura y el pasaje al acto.
Como agravante de la encrucijada, ese objeto del mercado llamado droga cumple su
precisa función psicológica, que es interrumpir el goce sexual deviniendo en rápida solución a un problema que requiere sus
tiempos y sus angustias.
Sucede que la infancia hoy se extiende a los padres, en
el punto donde estos toman al pequeño
como un objeto de satisfacción antes que como un cuerpo cuidar y luego formar.
A este fenómeno Jacques Lacan lo llamo "el niño
generalizado", que entre otras cosas significa que no están claros los límites
entre la niñez, la adolescencia y la adultez, pero mantiene una invariante
dura, "no hay personas mayores", entendiendo por tales a todos los que
responden por lo que han traído al
mundo.
Esto explica la actual promoción de la infancia y la
juventud en todos los planos de esta modernidad liquida, como si todos los jóvenes y los niños fueran
iguales. Pero sucede que tanto los
niños, y sobre todos los
adolescentes, inmersos en esquemas
generalizados de aplicación pedagógica y comportamental buscan locamente
diferenciarse por aquello que más se les ha inculcado: el consumo.
El adolescente que no encuentra referencias, que solo
busca su satisfacción, y que desprecia
el saber y el conocimiento porque siempre se lo consintió, pasa a
entrar de
súbito en riesgo. Es un riesgo cierto
pero latente, que en los extremos se
manifiesta en el crimen y la infracción, que además son cosas muy distintas, ya
que al infractor no se lo suele tratar como delincuente, mientras que el infractor que es tratado como delincuente es casi una construcción de las
agencias que intervienen en la jurisdicción penal.
Y aquí entra otra cuestión que es de buena lógica
peronista, ya que el General Perón solía
responder a sus inquisidores con un
"si yo tengo un malo, y le digo que es malo más malo se hace". Gran
verdad que el psicoanalista encuentra una y otra vez, allí donde confrontado con sujetos con tendencias a la acción violenta o
la drogadicción tiene que hacer pasar a la palabra aquello que está en la
identificación sin que por la atribución de "malo" se redoble en un "
me quieres malo, ahora lo tendrás, y peor".
En esta vía se despliegan dos tipos de causalidades en
el tratamiento del problema. Una, la causalidad científica objetivante, que democráticamente o desde el
autoritarismo confirma la identificación proponiendo tratamientos
correctivos y reclusivos. Y luego la causalidad
psíquica que busca destrabar esa identificación del joven a lo peor, sin deslindar lo que hay de responsabilidad y
su correlato de culpabilidad.
Por último, considero que este llamado a la baja en la imputabilidad
debe de transformarse en una bajada de las agencias del sistema penal
para que al final, antes de una sentencia haya un
bien decir, una palabra sensata que de texto y contexto a lo que le espera al
delincuente.
Con pleno conocimiento de causa, imagino
que esta bajada debe ser una
suerte de encuentro, una conversación,
un foro sensato y aliviado ente el juez, el acusado, el operador
tratante, los familiares, junto con el
político y la víctima si es posible, y
no en el frio procedimiento de res judicata, que aun basado en el derecho está muy lejos de impartir justicia.
Envia tu comentario
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales. Aquel usuario que incluya en sus mensajes algun comentario violatorio del reglamento sera eliminado e inhabilitado para volver a comentar. Enviar un comentario implica la aceptacion del Reglamento
HASTA EL 3 DE MAYO
2008 - 2024 © www.eldiariodetandil.com | Todos los derechos reservados