MISCELÁNEAS
17/01/2017
No se trata de ir a la legislación municipal para saber de quién es el árbol, de quién la vereda y de quién el frente de la casa para estacionar el auto. Se trata de una palabra muy en desuso: cierto respeto por las formas como un código sagrado que había entre vecinos.
La historia se repite cada día de este verano, y debe venir
desde la primavera. Una vecina tiene la suerte de contar, en la vereda de su
casa, con un árbol. Un frondoso árbol cuya sombra la protege de los rigores del
calor. Un árbol que alguien hace muchos años plantó sin imaginar que hoy sería
un tema de fastidio. ¿Por qué? Porque la vecina todos los días de su vida tiene
que lidiar con la actitud de su vecino, que vive enfrente y en cuya vereda no
se aposenta ningún árbol de ninguna especie. Entonces el hombre, mandando al
archivo de la prehistoria esos códigos de oro que tenían entre sí los vecinos
de otrora, se apura y muy temprano estaciona su camioneta debajo del árbol de
la vecina. Quizá no esté cometiendo ningún acto de ilegalidad en términos
jurídicos o de legislación municipal, pero el malestar no sólo es por la sombra
cuya viveza criolla usurpa sino por la insolidaridad y la falta del mínimo
tacto que su actitud observa.
La vecina en cuestión comenzó a hartarse hace un tiempito. Y
reveló su malestar en la red de redes: Facebook. Con el siguiente posteo debajo
de la foto que ilustra este artículo: "Día...
y ya no llevo la cuenta. Literalmente genial. Mi auto obviamente es el K. El
frente también el mío. El auto a la sombra. Ahhhh, el de mi vecino. ¿Me
dará changüí algún dia?".
Tras el posteo sus contactos y amigos le dieron varias
opciones para intentar poner un poco de ecuanimidad bajo la sombra del arbolito. En
otros tiempos, un mínimo respeto vecinal habría hecho imposible este episodio.
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