PERSONAJE DE LA SEMANA

Olvidos que queman y memorias que engrandecen

08/12/2016

Su título universitario dice que es un cientista de la educación, pero trascendió como periodista y escritor de nuestra historia. Desde muy pibe tuvo en claro cuál sería su andar por este camino y hoy, a punto de jubilarse, infla el pecho de orgulloso. Néstor Dipaola es un incansable trabajador de nuestra cultura, un Personaje entrañable de nuestro Tandil querido.

por
Mauro Carlucho

El título que encabeza este artículo fue extraído del tema "Diez decimas de saludo al público argentino". Esa maravillosa gema que de Don Alfredo Zitarrosa escribió en 1973.

El Uruguay, la guitarra, el compromiso a rajatabla y la memoria son tópicos que atraviesan la vida de Néstor. Esa que empezó a mediados del siglo pasado en Tandil y vivió su infancia en un campito de la zona de La Negra (partido de Necochea).

A medida que vayamos recorriendo su camino vamos a ir descubriendo como se van sucediendo los hechos más transcendentales. Nos detendremos en momentos puntuales, como quien frena en la ruta a contemplar un paisaje del mar oriental.

Supo adaptarse a la vida en la campaña y aprendió a montar un caballo cuando apenas balbuceaba. Recuerda que a los 4 años iba al galope hasta el pueblo a comprar la galleta y los diarios Nueva Era que llegaban con días de retraso a través del ferrocarril.

En el rancho de barro y paja no había una gran biblioteca. Apenas si estaba el Martín Fierro y poco más. Sus primeras lecturas fueron las noticias de Tandil que publicaba la familia Cabral.

La escuela la hizo en el San José. Sus padres querían la mejor educación para Néstor, pese a que él no guarda un recuerdo tan bello de la institución. La religión y un ambiente asfixiante lo rebelaron a empezar a decir sus verdades. Con solo 14 años se plantó ante los mayores y decidió no ir más a misa.

Para esa altura ya tenía claro su destino. Esto que mencionábamos antes sobre la construcción del #Personaje. "Desde chico me empecé a dar cuenta que tenía facilidad para escribir y naturalmente no tenía faltas de ortografía. Es como un don que nació en mí. Si la memoria no me falla, creo que el primer texto extenso que escribí fue a los 11 años. Se estaba produciendo un eclipse total de sol y me asombró ver a las gallinas arropadas en el gallinero del patio de casa como si fuera la noche. Estaban asustadas. Empecé a escribir sobre lo que me llamaba la atención, situaciones de la vida cotidiana", relató a ElDiarioDeTandil.

Cuando cumplió los 13 años, su padre le hizo un regalo que profundizó este sentimiento que le nacía de adentro: "Era un sábado y lo vi llegar en el Ford A del remate. Abajo del brazo traía un paquete grande y adentro había una máquina de escribir Remington de 130 espacios. Para ese momento era una maquina vieja, pero funcionaba de maravillas. Todavía la conservo con gran sentimiento".

No pasaron ni dos meses que fundó su primera revista de circulación familiar. Le puso Sport Tandil y allí escribía crónicas y apostillas del acontecer deportivo local.  "Escribía las notas a máquina, le ponía fotos, le ponía mucho empeño al trabajo. Luego se la mostraba a todos los familiares y amigos que venían a casa", rememoró.

Este afán de Néstor por escribir y contar historias tuvo el apoyo de sus padres. El gesto de obsequiarle una máquina de escribir a tan corta edades solo una muestra.

A la vuelta del campo la familia se estableció en una casa de Montevideo al 600. Él recuerda con añoranza los festejos del carnaval, los juegos con agua a la siesta y la presencia inconmensurable de la radio.

Su relación con las AM viene desde el campo. Donde escuchaban Radio Rural CX4 que llegaba del Uruguay. Desde aquel día son inseparables: "No puedo estar sin escuchar radio. Si me voy de viaje es obligatorio que me lleve una o sino me la compro adonde vaya. Me gusta escuchar las radios locales de cada pueblo. Ver cuáles son los temas en discusión, su música", indicó.

La radio, la lectura y la escritura. Su adolescencia no fue igual a la de todos los pibes. Con su familia viajaban mucho al campo y la soledad del agro lo ayudaba a meterse en historias y partidos de futbol contados a través de la pluma de Juvenal, Osvaldo Ardizzone y toda esa camada de grandes articulistas que supo tener la Revista El Grafico.

"Leer El Grafico en esa época no era solo deporte, en los textos de estos maestros había filosofía y sociología. El deporte es una gran excusa para poder opinar y hacer comentarios que muchas veces estaban prohibidos", dice en referencia a los atropellos de la dictadura.

 "Más adelante empecé a comprar revistas de actualidad política y cultural como Panorama. Me nutrí mucho de  estas publicaciones, era un placer leer a tantos maestros", agregó hablando de sus lecturas de adolescente.

No había salido del secundario cuando se presentó en los diarios locales buscando un empleo. En esa época las redacciones locales tenían a gente como Soriano, Alfaro o Bottiglieri.

La primer oportunidad se la dieron en El Eco y su primer trabajo fue ir a cubrir un partido de Loma Negra y Defensa. "No quería ir nadie, porque viajabas con los jugadores y te tenías que quedar hasta que jueguen todos los partidos y se bañen. Recuerdo que ganó Loma Negra 5 a 0 y llegué casi de noche a la redacción. Tuve que esperar a que me toque el turno de usar la máquina de escribir y entregue una nota sin errores que me valió el trabajo en el diario".

Tuvo que pagar derecho de piso dos meses viajando por toda la campaña rural, pero el premio le llegó enseguida con la designación para cubrir el clásico entre Santamarina y Ferro en el Dámaso Latasa.

Así pasó por todos los puestos en el diario. Fue jefe de sección hasta que descubrió un mundo nuevo con el periodismo cultural.

Allí pudo abrevar en otra de sus pasiones. El arte y la cultura de los pueblos, sobre todo la nuestra. Entendida como la Patria Grande que soñaron nuestros libertadores.

"Se me fueron conjugando las pasiones. Estaba la música popular uruguaya que escuchaba en la radio, las poesías hermosas que denuncian la injusticia que vivimos día a día, la figura de Artigas que me había conmovido por completo. El arte me entra por completo en la época de la Universidad". Fue como un despertar.

"En el año 1992, El Eco comenzó a salir los domingos y fundamos La Vidriera (con la colaboración de Ana Pérez Porcio). Rotonda no estaba muy convencido, pero era el momento de empezar a escribir un suplemento de cultura totalmente local. Yo digo siempre que el periodismo cultural es el periodismo que se hace libro al andar", nos detenemos en esa definición. "Periodismo que se hace libro al andar".

Andando organizó múltiples encuentros culturales, escribió libros destacados, militó las causas más justas y levantó la voz contra los opresores del pueblo. Es querido en la biblioteca, en la cancha de futbol y en el bar junto a los parroquianos. Por ello recibió muchos reconocimientos y aplausos.

 "Me gusta el contacto con gente nueva. Descubrir otras vivencias. Por eso añoro los bares de Madrid donde la gente se sienta en la barra a tomar una caña y entabla relaciones con desconocidos para charlar de la vida y los aconteceres. Ahora que estoy por jubilarme lo voy a aprovechar para viajar mas. No quiero descansar, voy a conocer otros mundos y otras gentes para luego poder compartirlo", finalizó.

Así será Néstor. En bicicleta o de a pie. Saldrá en busca de más historias y leyendas. Algunas quizás aparezcan en un libro, pero otras serán relatadas en algún bar orillero del pueblo. Ahí donde el vaso de vino y los naipes ocupan un lugar central

 

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