NOTA DE TAPA
29/11/2016
El Tandil Brilla 2017 vendrá con el cambio más importante de sus 14 años de historia. Por primera vez y a tono con las ciudades más avanzadas del mundo en cuanto a protección del ambiente, se utilizarán fuegos artificiales de bajo impacto sonoro.
Collecchio es una comuna de Parma. Pertenece a la región de la llamada
Emilia Romagna, lugares del mundo donde "si
mangia? come tra gli dei" -se come como entre los dioses- y donde las
fiestas de Settembre de cada año y
desde hace siglos son una convocatoria a la danza, la cultura, la gastronomía y
el arte en todas sus variables.
En 2013 la comuna prohibió los fuegos artificiales con ruido, porque al
inicio del otoño en el hemisferio norte hay muchas especies que se pierden por
el estruendo de la pirotecnia y no hallan jamás sus nidos; los pájaros aparecen
muertos por la mañana.
La zona de Collecchio es una de las regiones reconocidas por la marca de
origen: Prosciutto di Parma. Este
famosísimo jamón, en la llamada terre
matildiche hace un culto del tratamiento de los porcinos y su hábitat
porque son criados en libertad.
También es zona de trufas y dado que se recogen en octubre, es menester
preservar a los perros buscadores? que con los estruendos, suelen perder sus
notables dotes para olfatear las trufas. La economía, la historia, la cultura?
suele aportar raciocinio. Precisamente esto llevó a la prohibición y a la
instalación de otro buen negocio.
En 2014 la fábrica SETTI Fireworks -de prestigio
mundial y con sede en Génova- realizó en esta pequeña ciudad su primer ensayo
de fuegos artificiales sin ruido. Italia posee la mayor cantidad de desarrollos
en fuegos de artificios y el prestigio mundial más destacado. Desde el siglo
XII diseñan, proyectan y fabrican, pero en este nuevo siglo adoptaron la "onda
tecnológica" con una infinidad de variables que estallan en colores, diseños,
armonía y precisión, pero con poco ruido.
El origen de los fuegos artificiales es chino y el uso de las cañas de bambú
con pólvora y elementos como el magnesio, cromo, hierro o cobalto, estallando
en colores diversos suman más de 6000 años de experiencia. Los chinos habían
desarrollado un técnica que consistía en enrollar papeles aceitados y cubrirlos
en vueltas de hilos conductores del fuego y dilatadores de explosión para formar
estrellas, racimos, luces fugaces y miles de chispas etéreas.
Obvio que estas fantasías, llegadas a Italia de la mano de Marco Polo,
prendieron en la nobleza y lograron que las fiestas populares fueran destacadas por la magnitud que llegaría
luego hasta Inglaterra, donde para la coronación de Jorge II (1749) en el Támesis
se suma a los fuegos el encargo a Haendel de la música, que hoy conocemos como "Música
para los reales fuegos de artificio".
Las explosiones y los ruidos -a veces ensordecedores- siempre acompañaron
estas pompas, como los cañonazos, o las salvas. La festividad del año nuevo
chino justificaba el estruendo para ahuyentar a los malos espíritus.
Pero los tiempos cambian.
Hoy las calles vibran con autos tuneados cuyos parlantes suenan como una
discoteca rodante; los escapes ruidosos alteran a los vecinos y estos le
reclaman a inspectores de transito que no siempre -o casi nunca- pueden hacer
algo al respecto; los boliches requieren insonorización. Las quejas se
multiplican.
Solo era cuestión de tiempo para que la tecnología aportara lo suyo a los fuegos de artificio
para quitarles el costado menos agradable del espectáculo, el estruendo que
surge al generar la magia de colores y formas que nos atrapa de la misma forma
que lo hace la fascinación atávica por el fuego.
El ruido de la pirotecnia es negativo no solamente por las mascotas, sino
por los oídos de niños, adultos, abuelos y padecientes de ciertas enfermedades.
Y las bombas de estruendo, en lugar de festejo, mutan en un suplicio sonoro.
En Alemania, el año pasado, al final de la cumbre del G7, en la pequeña
Krün entre los Alpes Bávaros, se brindó con cerveza y hubo fuegos artificiales?
sin ruido.
Hoy se publicitan como elegantes, ecológicos, sustentables, amigables. Y
varias fábricas, marcan el slogan "La fiesta es fiesta
cuando se respeta a todos".
En Argentina hay importadores que específicamente proveen este tipo de
fuegos porque no se fabrican aquí. Empresas argentinas líderes como Júpiter y
Cienfuegos ya bajaron el 60% de la
sonoridad para los espectáculos armados como eventos y ofician de puente para
estos innovadores intentos.
Estas modernas opciones no llegan a los usuarios privados que compran las
"tortas" y compiten entre vecinos o barrios a ver quien hace más bochinche y
quien pinta mejor el cielo.
UN MUNDO MEJOR ES MÁS CARO
Técnicamente, anular el ruido significa una evolución importante en el
desarrollo de la factura de los fuegos y esto impacta en el costo.
Hay importadores en argentina que están propiciando este tipo de
espectáculos. Y las fábricas tradicionales son las primeras en sugerir a los
organismos del Estado la intención de probar un espectáculo más corto, más
brillante y ciertamente diverso. No es
barato. Un show de alrededor de 20 minutos cuesta lo mismo que uno con
pirotecnia tradicional del doble de tiempo.
Este año, la inquietud del municipio se ha centrado en 3 ejes:
1- Disminuir el estruendo
2- Achicar los riesgos de incendio
3- Acceso a la visión de la totalidad de los efectos, que requieren mayor espacio transversal y abierto con menos altura.
Este desafío requiere emplazar el espectáculo donde se pueda comprimir el
territorio con menor riesgo y lograr los
mejores efectos, que durarán menos tiempo, serán de gran intensidad y con mucho
menos estruendo.
El resto de la ciudad festejará seguramente con el sistema tradicional,
que requiere autorizaciones varias para los pocos puntos de venta autorizados,
la manipulación de adultos y la certificación del RENAR.
Los funcionarios consultados sobre este tema reconocieron que las críticas
igual se harán oír. Por la crisis, por el gasto, porque las donaciones que
cubren una parte del espectáculo podrían aplicarse a otras cosas, porque si,
porque no, porque sin ruido "no tiene gracia" y porque, en el fondo, somos un
poco como la "Gata Flora".
Además, el poco impacto sonoro de Tandil Brilla no quitará que los
casamientos, las fiestas de 15, los recitales, los festivales, un partido de
fútbol y todo lo que se acerque a un evento importante tenga fuegos
artificiales o bombas de estruendo.
Los ahora llamados Friendly Fires (fuegos
amigables), llegan a los 60
decibeles. Las detonaciones más controladas, retardan a veces ciertos efectos,
deben sumar otro tipo de químicos que generen colores más intensos, y requieren un sistema con mayor distribución
de los efectos para que logren altura. Hay algunos que combinan soportes para
que se utilice la gravedad y no la expulsión hacia arriba por efecto de una gran
carga de pólvora. Estas propuestas son beneficiadas por estructuras como
edificios, o torres, que permiten cascadas brillantísimas y coloridas, y
superposición de colores.
No veremos estallidos enormes en altura, pero las cataratas de colores
intensos y los volúmenes de miles de luces pequeñas, acompañarán sin duda una
bella coreografía con una música fantástica
en vez de estruendos más propios de una batalla que de la convivencia
necesaria en una sociedad que quiere evolucionar.
PORQUE EL RUIDO ES NOCIVO
La novedosa
propuesta de fuegos sin ruido, para los puristas del estruendo y las luces, es un
espectáculo incompleto. Pero sería absurdo negar que tiene ventajas. La
principal es que hacen mucho menos ruido y esto genera menos estrés en los
animales. Las quejas de los efectos negativos de los fuegos artificiales sobre
la fauna no son un mero lamento de la señora solterona obsesionada por su
perrito o de los miles de vecinos cuyas mascotas sufren por la pirotecnia en
las fiestas (ojo, no solo por el Tandil Brilla sino por los petardos,
rompeportones, cañitas voladoras y demás fuegos que utilizan los particulares).
Hay
suficientes estudios científicos que conectan estos espectáculos con efectos de
desorientación, abandono del nido e incluso muerte de aves silvestres. Los mamíferos
también sufren, sobre todo aquellos que poseen oído más agudo que el nuestro,
como los perros o los gatos, por tanto sienten
el doble que nosotros y el pánico puede llegar a límites sorprendentes. Algunos
casos graves se traducen en cambios permanentes en la conducta. Y no solo
mascotas, también los animales del bosque, de los campos circundantes, y toda
la fauna del entorno.
Y tampoco son
estupendos para nuestro oído humano, ni que decir de los bebes o niños
pequeños. La Organización Mundial de la salud, coloca en 120 decibeles el
umbral máximo a partir del cual, los ruidos pueden generar daños en el oído. Las
bombas, o las tortas que solemos oír en nuestros barrios en las fiestas superan
fácilmente los 150 decibeles.
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