PERSONAJE DE LA SEMANA

Un canto a la vida

26/10/2016

Gustavo Ariel "Chino" Leonardi es nuestro #Personaje de la Semana. Empezó de bien abajo, en una familia humilde que no llegaba a fin de mes. Tuvo que salir a pedir y trabajó de changarin desde niño. La música es su pasión y lo ayudó a cumplir sus sueños. "No me arrepiento de nada en mi vida, sufrí mucho, pero ya vendrá la recompensa", le dijo a ElDiarioDeTandil.

por
Mauro Carlucho

Era el año 1987 cuando mi vieja abrió una frutería en calle Lisandro de la Torre. La vida en Villa Galicia era el paraíso para nuestra generación. Jugábamos a la pelota en la calle, a la escondida, las carreras de autos en los patios. La manzana de Chienno, de la Torre, Jujuy y Cabral era nuestro lugar en el mundo.

Todos los pibes del barrio pasaron alguna vez por nuestra cuadra, pero había uno que marcaba una distancia. Nos miraba de lejos y no se animaba a participar.

Yo lo conocí para esa época y éramos casi de la misma edad. La primera vez lo vi entró a la frutería, la miró a mi vieja y apenas dijo:

- ¿Tiene algo para darme?

Eran los últimos años del gobierno de Raúl Alfonsín, asediado por la hiperinflación.

Luego de ese encuentro lo empezamos a ver más seguido. El "chino" vivía en Figueroa a una cuadra de los cuarteles. Calle que divide Villa Galicia y Villa Italia.

Con el tiempo nos empezamos a saludar y hubo una relación más cercana. Más todavía cuando nos encontramos en las clases de karate que se daban en el club Kramer.

Durante toda la infancia y parte de la adolescencia fue un pibe distante. Era tan bueno como retraído. Siempre un saludo cercano, pero no te dejaba entrar en su historia.

Luego lo perdí de vista. Lo supe ver alguna vez en los canto bar, a principios del 2000. Y supe que andaba en el tema de la música. Había un montón de corajudos que agarraban el micrófono para divertirse o llamar la atención, pero él se lo tomaba en serio. Se ponía sus mejores pilchas y cantaba como si lo estuviera haciendo en un teatro de Buenos Aires.

El último encuentro lo tuve hace pocos días, en la reapertura del Bar Firpo. Se acercó a mi mesa y me invitó a que me quede a escucharlo.

Cuando de repente empezó el tango me acerqué a ver el espectáculo. El Chino peló una voz imponente y la gente lo aplaudía de pie.

Volví a recordar las tardes de frio en el barrio y verlo pasar con la bolsita para la casa. Se me ocurrió invitarlo a tomar un café para que me cuente su historia. La vida de Gustavo Ariel "Chino" Leonardi tenía que ser uno de los #Personajes de Tandil.

Una infancia difícil

Nació en el año 1979, en una familia muy humilde. Sus padres se separaron cuando apenas era un niño. A su padre biológico lo volvió a encontrar cuando tenía 27 años.

La mamá era ama de casa y limpiaba por hora cuando se podía. Era una familia numerosa y había mucho trabajo en la casa. Su marido, el padrastro de Gustavo, trabajó un tiempo en Metalúrgica, pero luego quedó sin empleo fijo y se dedicó a hacer changas en el campo.

"Hubo épocas que la plata no alcanzaba. Mi padrastro y mis hermanos mayores trabajaban de changarín. Se paraban en una esquina de la avenida Del Valle y siempre los levantaba algún chacarero. Antes de cumplir los 10 años fui con ellos a tirar la maleta. Me tuve que hacer hombre de golpe", nos dijo.

El Chino y su hermana más chica colaboraban como podían. Por eso no dudaban en salir a visitar los negocios de la zona para pedir alguna ayuda. 

"Fui a la escuela 36 y con mucho orgullo. Tengo  hermosos recuerdos y muchos amigos. En el acto de fin de año, en séptimo grado, debuté como cantante. Las maestras sabían que a mí me gustaba y me invitaron a cantar un tango. Fue mi gran debut en la música", indicó.

 Era el año 1993 y Ariel tenía dos pasiones. La música y el ejército. Lo segundo estuvo influenciado por el barrio. Vivía a una cuadra de los cuarteles y lo fascinaba la vida militar. La música lo acompañó siempre, su padrastro cantaba tangos y su madre también despuntaba el vicio. Luego de reencontrar a su familia paterna, se enteró que la abuela también tenía un pasado en la música. Llevaba este arte en las venas.

"Cuando caminaba todo el día por la calle soñaba con ser cantante. Quería conseguir todo lo que no tuve de chico. Hoy a la distancia siento que elegí bien. No porque tenga mucho dinero, ni mucho menos. Pero hago lo que me gusta y la gente lo disfruta. Es un don que me dio la vida", agregó.

Buscando un camino

Su primer trabajo en continuidad fue como caddy en el Golf. Allí pudo conseguir sus primeros pesos y conoció otro tipo de vida. Hizo grandes amistades y recuerda al Dr. Gandolfi, a quien acompañó por mucho tiempo.

Se anotó en la Técnica N°3 de calle Yrigoyen para hacer el secundario. Allí conoció a su primer gran maestro en la música: Bernardo Moroder.

"Mis compañeros de clase no le daban mucha pelota y a mí me encantaba su clase. Cada vez que entraba al aula se afinaba el oído. Yo no sabía ni lo que era una nota. Un día nos pusimos a hablar y le dije que quería cantar, entonces me invitó a una prueba. Se sentó al piano y le pedí que empiece a tocar, yo lo seguí con la voz. Con 15 años era tenor segundo y me invito a cantar con el coro mayor y el juvenil. Fue mi primer gran maestro. Me enseño a respirar, a leer música. Siempre le voy a estar agradecido", explicó.

Para el año 1996 decidió empezar a cantar solo. Se anotó en un certamen de canto en el Club Excursionista y resultó el vencedor. Fue su gran debut ante el público mayor y el comienzo de una carrera que no sabemos hasta dónde puede llegar.

"En casa había un tocadisco y solo se escuchaba tango. Así practicaba. Para esa época tuve la suerte de conocer a otro maestro: Don Miguel Ferragine. Con él empecé a cantar con músicos, que era muy distinto a seguir una pista. Ferragine me ayudó muchísimo en ese tiempo. Con él ganamos otro concurso en La Diosa, en el club Unión y Progreso".

A los 18 años decidió probar surte con su otra pasión. Se anotó como soldado voluntario en el Ejército, al tiempo que seguía su carrera en la música.

"Estuve desde el año 1999 al 2003. Por cuestiones ajenas nuestra camada fue quedando de lado, pero defiendo a muerte la carrera militar. Cada vez que alguien me pregunta se las recomiendo. Yo aprendí muchas cosas, pero evidentemente no estaba marcada en mi destino. Me dieron la baja y volví a la vida civil", recuerda.

En esa época fue padre y descubrió una nueva faceta. Al salir de las FFAA cayó en un pozo. El país estaba en otra crisis y no conseguía un trabajo digno que le alcance para vivir. El tango no daba mucho y apenas conseguía changas de albañil que no alcanzaban para nada. "La pasé muy mal, no podía ganarme el mango que necesitaban en mi casa y encima falleció mi mamá para esa época. No me salía nada".

Cuando peor la estaba pasado decidió salir a buscar a su familia paterna, sus hermanos mayores le hablaban de la abuela y sentía que debía conocerla. De a poco fue averiguando y un día le tocó timbre. El reencuentro fue mejor de lo esperado. Pudieron congeniar y descubrió que tenía mucho de ella. No solo un parecido físico, sino también la pasión por la música. Ese fue un empujón para retomar su carrera y cumplir sus sueños.

Mil escenarios

Estaba trabajando como seguridad en el boliche Macoco cuando se encontró con un amigo que lo invitó a cantar en Antique. No solo era volver a los escenarios, sino que también significa reencontrarse con el maestro Ferragine. Este lo apodó "El Benjamín de la música".

"Cuando me llegó esa propuesta apenas tenía ropa como la gente. Estaba muy tirado. Fui a un garaje de ropa usada y me compré algo para salir del paso. En Antique pasé muy buenos momentos. Ahí  conocí a cantores de Buenos Aires que me decían que tenía condiciones para otros ritmos. Me decía que mantenga mi repertorio de tango, pero que también pruebe con lo romántico. Me decían que tenía voz de boleros".

Se le fueron dando las oportunidades y agregó la música romántica a sus presentaciones. Le empezaron a llegar invitaciones de bares, clubes y hasta de otras ciudades. Su voz empezó a sonar fuerte en el  ambiente de los bailes, fue así que le llegó otra propuesta diferente. "Me empezaron a llamar de grupos de cumbia. Eran grupos reconocidos no solo en Tandil, sino también en la zona. Primero canté con La Clave Tropical y luego me vinieron a buscar de Los Reyes del Cuarteto. Viajamos mucho y nos presentábamos en todos lados, pero la plata se la llevaba siempre el manager. Era pura fama y no me quedaba nada", se lamenta.

Un día se renegó y decidió empezar su camino, otra vez, en solitario. Ahora tenía de representante a su amor, quien lo ayudó a encaminar su vida.

"Ella fue y es muy importante, supo ponerme los pies sobre la tierra y me acompaña a todos lados. En la noche hay muchas tentaciones y es bueno estar acompañado. Juntos empezamos un camino que sigue para adelante. Ella me consigue shows en todos lados, canto en clubes de acá, de toda la provincia y hasta en provincias lejanas como Corrientes. Allá me presenté junto al Grupo Safari y fui conociendo mucha gente. A mí me gusta divertir al público, que bailen y canten. Me hace bien estar en contacto con la gente", expresó.

 En su Facebook "Ariel el cantante de Tandil", el chino Leonardi sube fotos y videos de sus shows. Lo pueden contactar para cumpleaños o festejos familiares.  Sueña con llegar a la televisión y vivir de la música. Se siente querido por la gente de Tandil, pero pide más apoyo para "nuestros artistas".

"Yo sufrí mucho por la música. La luché bien de abajo. Dormí muchas noches en un banco de la terminal y pasé frío. Todavía sueño con triunfar y poder tener una vida mejor. Yo creo que puedo. Tengo las condiciones y la fuerza para hacerlo. Mis maestros me enseñaron mucho y me dieron su confianza. A mí me tocó sufrir al principio, pero sé que al final voy a cumplir mis sueños".

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