PERSONAJE DE LA SEMANA

Gringo Pintore, el campeón del pueblo

06/10/2016

Nuestro Personaje de la Semana nació en Italia, llegó a nuestra ciudad a los 7 años y encontró su lugar en el mundo. Nunca pudo ponerse el cinturón de campeón, pero tuvo el reconocimiento más importante, fue el boxeador del pueblo. Hablamos de su vida de inmigrante, el boxeo y la decadencia de esta actividad que le dio tantas satisfacciones.

por
Mauro Carlucho

Graciano nació en la Isla de Cerdeña en el año 1944. La guerra todavía tenía coletazos en el Viejo Continente y su familia decidió emigrar de ese paraíso en el Mediterráneo.

No fue una decisión fácil, pero su padre había estado movilizado durante 10 años y la cosa no pintaba buena. "Había una miseria tremenda en Italia, parecía que se venía una guerra entre nosotros. Por eso mis padres deciden salir de allá. Cuando subimos al barco, yo pensaba que estábamos paseando, pero nos veníamos para Sudamérica. Era común viajar en barco en aquel entonces, nosotros estábamos en una isla y era el transporte habitual", relató a ElDiariodeTandil.

 El barco llegó a Buenos Aires el 27 de noviembre de 1950, era una familia numerosa y como pudieron se alojaron en un conventillo de La Boca. Pese a esto, Graciano aclara que de inmediato se hizo hincha de River. Eran tiempos de "La Máquina", aquel equipo que hizo historia en la década del ?40.

A los pocos días de estar viviendo en Argentina, se enteraron de una metalúrgica en Tandil que estaba tomando gente y hasta allá se fueron con la familia completa. Estos datos sirven también para dimensionar la importancia que tuvo Metalúrgica Tandil en nuestra historia.

Vinieron a Tandil en tren, en una travesía que no dejaba de sorprender a Graciano. "Para mí era todo nuevo, el tren funcionaba a carbón y tardamos un día entero en llegar. Eran otros tiempos".

 "Nos fuimos a vivir a una casa de Villa Italia. Mi padre y mi hermano mayor entraron a trabajar enseguida. Yo iba a la escuela 21, pero como mi madre se olvidó el boletín en Italia tuve que hacer todo de nuevo. Como ya sabía todo lo que enseñaban, me dedicaba a molestar a los demás. Estaba todo el día en la dirección. Como era chico aprendí enseguida el idioma, pero los demás chicos nos gastaban por ser inmigrantes. Me peleaba mucho, pero hice muchos amigos. Tengo los mejores recuerdos de la infancia en el barrio, en el club Unión hice amigos para toda la vida", menciona.

Con mucho esfuerzo, su padre pudo comprar una casa en Ugarte al 500 y se arraigaron en Villa Italia.

El encuentro con Pascual Pérez

Su padre era seguidor del box y concurría a menudo al gimnasio del club Santamarina, donde peleaban los grandes exponentes locales y de todo el país.

Fue en el año 1956, cuando el Gringo tuvo un encuentro de película. "A mí siempre me gustó el boxeo, cuando los chicos me decían ?tano muerto de hambre? yo los invitaba a pelear. Pero en una pelea de Pascual Pérez, en el Santamarina, me escapé de mi viejo y llegué hasta Pascualito. Yo estaba admirado por su físico y por como boxeaba. No recuerdo que le dije, pero ahí decidí que quería hacer de mi vida. Era muy chico todavía, pero ya estaba convencido", explicó.

La escena es digna de un film. El niño que se pierde entre la muchedumbre y llega a hablar con el campeón.  "Pérez era como yo de alto, si él podía hacerlo yo también, pensé".

Cuando se anotó en el gimnasio su padre lo supo enseguida, pero mantuvo el secreto para que no se entere la madre. Fue tal el engaño que las primeras peleas las hizo con otro nombre. La mentira cayó por su propio peso cuando una vecina lo vio en un festival tumbando a un rival. "Ese día perdí mi primera pelea por knock out, pero fue contra mi vieja. Me quería matar", exclamó.

"Cuando bajó el enojo le fui a hablar, le mostraba que no tenía marcas. Ya tenía varias peleas encima y estaba intacto. Además ganaba buen dinero.  A los pocos días fue a hablar con el gordo de Genaro (manager) y un poco se tranquilizó. En verdad nunca le gustó, pero no tuvo más remedio", indicó.

Pintore hizo 51 peleas profesionales y más de un centenar como amateur. "Tandil tuvo grandes boxeadores en su historia, pero yo fui el primero que peleó por el Titulo Argentino como profesional. Antes habían estado Daher o Angerami, pero lo hicieron como amateur.  Salir Campeón Argentino era la gloria, salías en la tapa del Gráfico seguro. Pero lo cierto es que perdí la pelea y decidí retirarme".

Vaya paradoja. Luego de llegar a la cima, decidió colgar los guantes.  Tenía solo 30 años y le quedaba hilo en el carretel.

Durante su época como profesional, peleó 12 veces en el Luna Park. En esa época se fue a vivir a Buenos Aires y entrenaba en el gimnasio de Tito Lectoure junto a los más afamados púgiles de la época. 

"Tuve la suerte de compartir gimnasio con Locche, con Monzón, con Horacio Acavallo. No lo podía creer. Después del Luna nos íbamos a los boliches de calle Viamonte. Me fue bien como boxeador, pude hacer un mango, con lo que gané en la pelea contra Cucusa Ramos pude comprarme el terreno y empezar la casa. Para pelear por el título había que ganarle a todos, había que estar primero en el ranking y no era sencillo. Había muchos buenos. Hoy cualquiera pelea por un título", protesta.

 

Su estilo era combativo, él se define como un guerrero. Pero ojo, no era fácil pegarle. Su espejo era el Gran Nicolino, con él compartió veladas inolvidables en el Luna Park. "Yo peleaba en la de semi fondo, antes que él. Te aseguro que temblaba el edificio, era increíble la gente que movía. No importaba con quien peleara, el estadio explotaba".

Luego de la pelea con Cachín Mendez en Bahía Blanca por el título argentino se volvió a Tandil. Acá puso una pilchería que marcó una época. La historia cuenta que la "Vaquería el Gringo" consiguió las mejores marcas gracias al respaldo de su amigo Tito Lectoure.

Luego probó suerte con el café el Coliseo y también marcó una época.  Fue un tipo tocado por la varita mágica. No fue campeón, pero todavía siente el reconocimiento de su gente.

En otra época estuvo como manager y acompaño a Cesar Villaruel en su carrera triunfal. Lo mismo con caníbal Maldonado, con Uby Sacco.

 De a poco se fue alejando de la actividad. En Tandil el boxeo perdió preponderancia tras la desaparición del club Ramón Santamarina. Recuerda con gran dolor aquellos años de la gestión de Fiego y Datola. Ese fue el principio del ocaso.

"Hoy está muy flojo el boxeo en toda la Argentina. No hay pasión, no hay hambre. Para ser boxeador, primero te tiene que gustar mucho, pero hay que cuidarse, hay que entrenar todos los días. Es como un trabajo. Yo veía a gente como Arocha o Pendas, hoy no hay tanto para ver o copiar. No hay contagio. Hace algunos años hicieron un torneo que llevó mi nombre, de allí salieron tipos como Saporiti o el Balín Ledesma, hoy habría que hacer algo parecido con el nombre de Cesar Villarruel", apuntó.

En el final del encuentro le preguntamos por la Cobrita Rueda y pone cara fea. "No estaba preparado para salir a pelear afuera. Es el mejor de los que hay acá, pero no lo vi metido en la pelea. Cuando lo vi por la televisión en el vestuario no lo vi enchufado. No tenía esa mirada tan especial. Para esas peleas hay que prepararse física y mentalmente, no alcanza solo con el mejor entrenamiento", finalizó.

Pintore sabe lo que es llegar a su día más esperado y no poder lograrlo. Pero su ejemplo también marca que los campeones no se miden solo por un título o un cinturón.   


FOTOS NICOLÁS PROCOPIO

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