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Del Potro: "Confiaba en que algún día habría un poco de luz al final del túnel"

24/08/2016

El medallista olímpico, en la intimidad de su casa, en Tandil, donde escapa de la vorágine

Si existen una forma y un sitio para oír el silencio, el escenario es estupendo. Apenas el quejido de un tero irascible o algún ladrido de César, un perro fortachón de raza Terranova de cinco años, irrumpen en medio de una calma absoluta y hasta analgésica. Con las sierras de fondo, luce gigantesco el contraste con las últimas y efervescentes horas de Juan Martín del Potro en el país luego de la obtención de la medalla plateada en los Juegos Olímpicos. Apoyado él sobre uno de los alambrados de su propiedad y con la mirada perdida en el paisaje, no se advierte ni un ápice de la histeria, el contagio y la sacudida emocional que provocó el tenista que el año pasado temía con seriedad por el futuro de su carrera debido a las continuas cirugías en la muñeca izquierda y, tras regresar al circuito en febrero pasado, en Río 2016 movió los cimientos del deporte venciendo, entre otros, a leyendas: el serbio Novak Djokovic y el español Rafael Nadal. Allí, a pocos metros de la avenida Don Bosco, una zona tradicional de cabañas turísticas, Del Potro está en una burbuja. Arropado por sus amigos, sus padres y su hermana, se siente uno más aunque no lo sea. Hasta allí, un lugar vedado para ojos foráneos, accede la nacion, antes de que el ex número 4 se instale en Nueva York para participar, desde el lunes próximo, en el Grand Slam que lo llevó a lo más alto en 2009 y que esta temporada lo distinguió entregándole una invitación.

"Acá se oye el silencio de verdad, no es mentira. Y me ayuda a pensar. Es lo que busco y encuentro en Tandil. Porque si yo siguiera metido todo el tiempo en esa vorágine y en ese ruido de emociones y de muchas sensaciones espectaculares, también podría perder el foco. Y no sería bueno, porque dentro de pocas horas tengo que volver al circuito y concentrarme. Esto sigue, es semana por semana", confiesa Del Potro, distendido, y le hace unas caricias en el lomo a César. "¿Vamos a pasear? ¿Vamos?", le propone al perro de pelaje oscuro, que responde moviéndose, simpático. "Acá me desconecto, vivo muy tranquilo. Hace unos días, en la municipalidad, tuve un punto de encuentro con la gente y fue todo el mundo. Pero al otro día, si me cruzaban en la calle, me saludaban pero con respeto y tranquilidad, porque me conocen desde los siete años, cuando jugaba a la pelota en el club Independiente. Acá, si una persona no es amiga mía, es amiga de un amigo mío o pariente. Por eso también es diferente", añade, detallando por qué Tandil actúa como su cable a tierra, al margen de pasar muchas semanas por año en la Ciudad de Buenos Aires, mientras está entrenándose o en competencia.

Cuentan los tandilenses que, sobre todo en verano, es muy usual observar a Del Potro por la zona del dique, corriendo alrededor del lago. Nadie lo molesta mientras hace ese circuito físico, ni cuando se acerca al centro comercial o sale a algún boliche con los amigos. Aquí, Del Potro trata de lucir un perfil subterráneo, es cierto, pero que no le impide, por ejemplo, ir de compras a un conocido supermercado de Falucho, un barrio de gente trabajadora y clase media en el que vivía de chico. No se esconde, pero trata de pasar inadvertido. A veces no lo logra, claro, como cuando a fines de mayo pasado participó de un torneo de fútbol 8, en el club Independiente, como delantero de "Para qué te traje FC", el equipo que comparte junto con sus amigos. Asistió a varios espectáculos de stand-up de uno de sus mejores compañeros del colegio San José, y, en los últimos tiempos, impulsado por el ascenso a la B Nacional, también fue a apoyar desde la platea del estadio Municipal a Ramón Santamarina.

Entre los mejores planes que puede tener cuando le da descanso a la raqueta, Del Potro elige montarse a una bicicleta y perderse en caminos serranos poco transitados. "Con los chicos nos juntamos casi todo el tiempo a tomar mate, a comer asado. Y como estamos muy cerca de las sierras, nos gusta ir a lugares no tan turísticos. Conocemos caminos sobre las sierras, vamos en bicicleta o a caminar. Son lugares que por ahí la gente que viene de visita no conoce y nosotros, al ser de acá, sí. Son lugares secretos donde podemos estar tranquilos. Pero, básicamente, cuando vengo aprovecho para descansar, porque muchas veces , con tanta vorágine y actividad, se hace difícil relajarse y poder dormir. Acá es donde pongo los pies sobre la tierra después de algún logro grande como el de Río, en el que la revolución que se generó es muy grande", cuenta el jugador que el 23 del mes próximo cumplirá 28 años.

Tan descontracturado se siente Del Potro en su ciudad que hasta acepta mostrarse públicamente con el intendente Miguel Ángel Lunghi, cuando generalmente, y sobre todo después de ganar el Abierto de Estados Unidos, trató de esquivar los actos políticos. Lunghi, que está en el cargo desde 2003, lo convocó en más de una ocasión para eventos benéficos y Del Potro le respondió, incluso haciendo alguna donación para hospitales públicos de la ciudad. El funcionario, de origen radical, suele celebrar que, en "un mundo globalizado" y debido a los raquetazos de Del Potro, el nombre de la ciudad tenga promoción internacional "a costo cero". Lunghi acostumbra afirmar que Tandil es "la capital nacional del tenis" y que las escuelitas y academias tienen casi todos sus cupos cubiertos. "Ojalá todo lo que se generó con los Juegos Olímpicos y mis partidos sirva para que mucha más gente empiece a jugar al tenis y esto sea un envión para muchos chiquitos", proyecta el hincha de Boca. Y añade: "El tenis es un deporte muy lindo para hacer, pero hay que tenerle mucho respeto, porque no es nada sencillo".

-Después de lograr la medalla en Río aseguraste que la emoción era superior a haber ganado el US Open, el torneo que soñaste desde junior. ¿Por qué?

-Comparar es difícil, porque son momentos de mi vida diferentes. Lo que viví en Río fue mejor que mis sueños. Si me pongo a pensar que me costó mucho superar las operaciones de la muñeca y que era frustrante levantarme todos los días sin saber qué tenía en la mano, con dolores y estar yendo a ver médicos, este momento es soñado. Ya no tengo 20 años y, mientras no encontraba solución para mi lesión, el físico lo sentía. Creo que el cariño que le tengo al tenis hizo que nunca me rindiera. Por momentos no tenía muchas fuerzas para levantarme de la cama, pero por todo el cariño que recibí, lo hice igual. Confiaba en que algún día habría un poco de luz al final del túnel. Y con esa esperanza salí adelante. Hoy disfruto de un presente que es incomparable desde lo emocional con algún otro momento de mi vida. Aprendí que muchas veces la mente domina al cuerpo, y el amor propio y el corazón hacen lograr cosas increíbles.

-¿Cómo vas a continuar en lo que resta de la temporada sin perder la mesura, pese a haberle ganado, por ejemplo, a Djokovic?

-Conseguí un logro histórico, que fue muy fuerte para mí, pero mi idea es estar en buenas condiciones para ser constante durante toda la temporada. La actuación en los Juegos Olímpicos la disfruto mucho más que otros logros por la situación que viví, pero bueno, también sé cómo es la vida del tenista y no hay que perder el foco, el objetivo. No es fácil saber cómo voy a seguir después de Río, porque superó mis expectativas y las de toda la gente que entiende mucho de tenis. Pero después de jugar en un nivel altísimo, lo que más tranquilo me deja es que, estando en buenas condiciones físicas, me voy a poder parar en una cancha para hacerles frente a los mejores jugadores del mundo, como lo hice antes.

-Por lo pronto, tus emociones fuertes no se detendrán, ya que pasarás casi sin escalas de la calma de Tandil a la locura de Nueva York, la ciudad que conquistaste en 2009.

-Sí, es verdad... Pero es una locura que tiene su encanto. Volver a Nueva York significa mucho para mí. Todavía me cuesta caer, te lo admito.

Fuente y foto: La Nación

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