Opinión

Consumidores-consumidos, pero demócratas

20/04/2016

(Por Ángel Orbea) La expresión que da título a  esta nota abrocha un mundo de soledades globalizadas que cada vez más tiende  hacia la alienación y  la muerte.

La  refritada crítica a la sociedad de consumo una vez más tendrá letra, por cuanto la tragedia  de Costa Salguero confirma que  ya son muchos los casos de muerte directa provocada por el consumo de drogas de diseño, que como dice  el tango  “une  París con Puente Alsina”.  Entonces cabe el contrapunto: Soldatti/Costa Salguero, paco/Superman, la periferia, y el centro. El ideal de consumo hoy nos hace a todos comunistas, pero con un agravante: todos somos desechables y lo común se vuelve imposible.

Es que en lo alto de la cúspide del consumo están “las fiestas privadas” y  “lo hecho a medida”, mientras que  el desecho callejero   sin medida del paco o el crack le da sustancia a la base.  Las fiestas privadas cuentan con logística propia  y la complicidad del gobernante, algo similar para con las cocinas de cocaína de donde se extrae el paco, que es un verdadero desecho que desde el mercado es positivizado para el consumo por su bajo costo y poder de flasheo.

Pero ahora como en las óperas de Wagner  la noche  da marco y escenario a una no tan novel  forma de apoteosis juvenil, donde los cuerpos son máscaras y las miradas encubren el extravío  tras gruesos  anteojos de sol. Cuando llega el día los cuerpos ya no responderán, y algunos hasta habrán dejado esta vida.   Así, a la movida electrónica,  la  gestionan desgastados  veteranos que conocen  los misterios de la noche transformada en mercancía. En línea directa con esto, las  sustancias químicas son producidas   en inverosímiles  laboratorios  como larvas. Por mucho que se analice aún no hay certeza del efecto tóxico de estas sustancias que como caramelos,  se ofrecen para romper la monotonía que la diversidad de ofertas produce, y entonces los jóvenes pasan del aburrimiento profundo a la euforia orgásmica, que precederá una  disforia patética idéntica al  que se ha conectado con el vacío  tóxico de la pulsión de muerte.

En todos estos trayectos no hay inocentes ni tampoco toxicómanos verdaderos. Lo de Costa Salguero es un analizador de lo que como verdad de la época atraviesa la sociedad, que es aquello que Zygmunt Bauman planteó como la lógica del discurso capitalista dominante: “ya no se trata de que el mercado nos provee de objetos para satisfacernos, esto engancha la etapa sólida, ahora el mercado, el consumismo, nos provee objetos que promueven la insatisfacción y hasta la muerte”.

80.000 en una, 20.000 en otra, y el sábado  13.000 en la Time Word, eso no dice que todos los asistentes sean droga-dependientes. Más bien es gente que está detrás de aquello que esta época viene negando a escala geométrica,  y que el filósofo Giorgio Agamben anotó en las primeras páginas de su excelente libro del año 2002, “Infancia e historia” como el hecho cierto de que lo que se constata respecto de cualquier experiencia es que éstas ya no son posibles, son irrealizables.

Entonces,  esta incapacidad de producir una experiencia, un relato,   hace insoportable,  colapsa o fragiliza el lazo social. Y porque la experiencia no tiene su centro en el conocimiento sino en el afecto, torna necesario un principio de autoridad de todo esto. Y como ya nadie está en condiciones de emerger como autoridad legitimada por la experiencia, o cuando algo de esto se llega  a dar no se comparte, es allí donde   como el relámpago de Heráclito  surge un empuje a la felicidad trascendental que solo las sustancias producidas por el mercado satisfacen, y entonces tenemos la marca de la época: la toxicomanía generalizada.   El eslogan y  la publicidad son las llamadas que  le dan pasaporte,   mientras recubren la imposible experiencia trocada por el encuentro real con  un goce narcisista pero  democrático y cínico, cuyo resultado bien reviste lo que se ha dado en llamar también “autismo de masas”.

No quiero ser  incisivo, pero desde ahora tendremos una reiteración permanente de este  estado de cosas. ¿Y qué mejor referente de todo esto  que el anuncio permanente del gobierno nacional sobre que terminará con  el flagelo de las drogas, mientras a unas pocas cuadras de la Rosada, en el mismo lugar elegido por el PRO para sus presentaciones, hoy cinco jóvenes con su muertes están rubricando el llamado del gobierno a una guerra que hace tiempo que por ser tal, vienen matando jóvenes?

 

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