Opinión

Aportes satíricos locales para el billete sin prócer

19/01/2016

La noticia del nuevo billete que impulsa el gobierno nacional también tuvo su rebote local expresado en acuerdos y disensos en tono burlesco.

La sátira no podía faltar en el estado anímico de los vecinos que miran adversamente la gestión de Mauricio Macri.

A buena parte de la sociedad –por darle una magnitud inexplorada y tentativa- le pareció bien que los nuevos billetes carezcan de las imágenes de próceres argentinos de las más diversas corrientes ideológicas.

Pero –a tono con la rajadura, perdón la grieta imperante- otros tantos vecinos dejaron su negativa impresión en el caótico universo de las redes sociales, donde todo se debate, se amplifica y se refuta. Se debe aclarar que muy a menudo los debates no son tales, sino apreciaciones impiadosas acerca del otro. Pareciera ser éste –la intolerancia- el signo de los tiempos.

Las medidas de Macri (y sobre todo las imágenes de bizarra banalidad que propuso al imaginario colectivo nacional desde que bailó en el balcón de la Casa Rosada hasta que hace horas sentó a su perro Balcarce en el sillón de Rivadavia), han despertado un menú de reacciones: sorpresa, aversión, indignación y hasta sarcasmo, esa suerte de venenosa ponzoña que sabe captar el humor crítico de la cantera inagotable que produce la clase política con sus actos. Es cierto que la levedad ahistórica de Macri hace aún más elocuente el sarcasmo.

Los nuevos billetes que emitirá el gobierno nacional, además, detonaron la burla de color local donde no faltaron aportes sustentados en nuestra más insigne fauna tandilera.

Por ejemplo, la profesora María Eva Argeri propuso “una lora” para el billete de 500 pesos, aunque otras voces apelaron a figuras tales como “los chimangos que se ven en el Campus Universitario”, o “el burro de Sierra del Tigre”; en esa sintonía no fueron pocos los que propusieron a las “las lechuzas del Campus”.

Sin embargo, si el asunto fuera a votación se especula con que la opción “los murciélagos del Cine Súper en el billete de 100 pesos”, competería al Oscar contra los chimangos del Campus. Primero, porque los murciélagos del Súper (algunos memoriosos dicen que en realidad sobrevolaban el cine Americano), fueron quirópteros que de alguna manera, para intentar cierta simetría histórica, configuran una leve ligazón entre el Presidente y Tandil. No se constata que durante sus conocidas correrías veraniegas de adolescente, Mauricio Macri haya frecuentado el inolvidable cine de calle Alem ni avistado sus espantosos murciélagos. Seguramente no fue testigo –como sí lo supo recordar el actual director de Cultura, Ernesto Palacios- del estreno en el Súper de la película Pearl Harbor, cuando los azorados espectadores no sabían realmente si eso que se les venía encima desde la pantalla eran los aviones japoneses o los murciélagos tandileros.

Lo que sí es seguro que une a Macri con el Cine Súper fue su aciago final: el tío del Presidente, el difunto industrial don Jorge Blanco Villegas fue quien ordenó terminar de demoler la cerrada sala de la calle Alem para fundar una novedad culturalmente sombría: sobre los restos mortales del cine emplazó una playa de estacionamiento.

Según los exégetas del billete de $100 impreso con el ícono del murciélago del Súper, el mismo se asociaría en identidad tandileña y sentido fugaz: es un bicho casi local, tiene alas y, tal como el billete en cuestión, se va volando…

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