Opinión

Y en medio del debate apareció Tandil…

16/11/2015

Reafirmando la provinciana tentación de suponer que somos el ombligo del mundo, en medio del debate presidencial apareció el nombre de nuestra ciudad.

Ocurrió con la mención de la Universidad que le sirvió a Mauricio Macri para intentar zafar de una de las infortunadas frases que produjo antes de la campaña: la que cuestionaba la creación de tantas universidades por el gobierno nacional. Daniel Scioli, que lo castigó a repetición con el tema, recordó entonces a la Universidad Nacional del Centro y su polo tecnológico como uno de los logros en ciencia y tecnología. Fue el momento en que el nombre de Tandil surgió en medio del debate; intentando revertir el mandoble, Macri resaltó que la Universidad había sido una de las instituciones fundamentales para el progreso de nuestra ciudad.

Por lo demás, la primera piña la puso Macri y fue una sorpresa táctica cuando lo comparó a Scioli con un panelista de 6-7-8. Scioli en un comienzo lució tosco y nervioso. Perdió largamente ese primer round y logró emparejar en algo la porfía durante el segundo bloque, cuando el tip que le acercó Sergio Berni respecto a los trapitos y el narcotráfico dejó mal parado a su rival. El gobernador no tuvo respuesta a la pregunta de Macri respecto a cómo iba a garantizar la educación si en ocho años de gestión no había tenido un solo año lectivo sin paros; pero tampoco Macri pudo anular la sobrecarga de alusiones a ser el portador del ajuste y la devaluación con que lo castigó Scioli. También lo dejó en offside respecto a haber votado en contra de la estatización de Aerolíneas, YPF y los fondos de la Anses. Pero por encima de los fuertes cruces y las previsibles chicanas, quedó flotando en el aire la percepción de un candidato que siempre estuvo incómodo (Scioli) y el otro que naturalizó con mayor frescura el acontecimiento y tuvo instantes donde hasta lució el mal gusto de sobrar al adversario.

Ambos candidatos fueron lo que son: personalidades de dialécticas pobres y anticarismas profundos que llegaron al debate con necesidades diferentes. Pero como la política también es el arte del espectáculo, Macri –con mayor control de sí mismo y con cierta cuota de cinismo- pareció haber salido mejor parado de un acting televisivo histórico que midió colosalmente: 54 puntos de rating.

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