Sociedad

La Casita de la Unión

17/04/2015

Entrevista de Lado V a Lucio Angieloni, militante social y coordinador del Centro de Referencia "La Casita de la Unión"..

Entre el compromiso y la falta de recursos

Lucio Angeloni  es estudiante avanzado de la carrera de Ciencias de la Educación en la Facultad de Ciencias Humanas de la UNICEN y desde hace ocho años coordina el Centro de Referencia de Niñez y Adolescencia “La casita de la Unión”, además de haberse desempeñado en “La Tribu” y trabajar también en el programa ENVION en Villa Aguirre. Sin embargo, prefiere ser presentado como un militante social y trabajador de niñez y adolescencia, área a la que, con sus 32 años, ya le ha dedicado un cuarto de vida.

Como militante social, Lucho se enfrenta a diario a su propia realidad laboral. Mientras su tyarea consiste en defender y garantizar los derechos de ‘los pibes’, sus propios derechos como trabajador están vulnerados en su totalidad.

En esta entrevista nos cuenta cuál es la realidad del barrio La Unión y cómo “La casita” se convierte en el espacio de referencia no sólo de niñas, niños y adolescentes, sino de unas 100 familias que enfrentan los problemas estructurales que conlleva vivir en uno de los tantos barrios olvidados de la ciudad.

¿Cómo surge “La Casita de La Unión” y qué función cumple en el barrio?

Lucio Angeloni (L.A.): La Casita de la Unión es un Centro de Referencia de Niñez y Adolescencia que funciona hace 10 años. Está ubicado en el barrio La Unión, en la intersección de Ijurco y Circunvalación, pasando la Ruta Nacional 226, al fondo de Villa Aguirre y el barrio 25 de Mayo.

Es un lugar donde trabajamos con chicos de 4 a 18 años. Dentro de todas las actividades que hay, hay apoyo escolar, talleres de murga, cocina, tratamos de integrar al barrio dentro de una población de 100 familias aproximadamente que se vinculan a la Casita; tratamos de que haya actividades para todos, más allá de que el programa esté dirigido a chicos y adolescentes. Dentro de las problemáticas podemos ver muchas que son estructurales, por ejemplo el acceso del transporte público. Solo se cuenta con una línea de colectivo, la verde, y pasa sólo cinco veces al día, con horarios restringidos. Esto apareja un montón de problemas de acceso a otras actividades, a otras instituciones de parte de los pobladores del barrio.

¿Cuántas personas asisten a La Casita?

L.A.: Concurren 55 chicos de 4 a 18 años, aunque la edad no es limitante, sino que si hay pibes de 20 trabajamos con ellos también. Tratamos de laburar fuertemente el eje educativo, la inserción en las instituciones, en la escuela, especialmente. Es una población donde la mayoría de los pibes empiezan a trabajar en la construcción y las mujeres generalmente hacen laburos más domiciliarios, en la casa, atendiendo tareas domesticas.

¿Cuál es tu rol en la casita?

L.A.: Coordino el programa, coordino La Casita de La Unión y mi rol es un poco de todo, gestionar, hacer las intervenciones en los domicilios, generar los talleres, etc. El equipo de trabajo está conformado por cinco personas que estamos comprometidos con el espacio, más allá de que es muy difícil concretar los equipos técnicos debido a que se han usado, durante muchos años, lógicas de solidaridad, de voluntarismo. Nuestro equipo técnico está conformado por militantes sociales que además de considerarse militantes se consideran trabajadores, que es lo más importante porque nos predispone de otra manera ante las cuestiones que pasan en el barrio y en la gente.

 ¿Cuáles son las condiciones laborales a las que se enfrentan?

L.A.: Las condiciones laborales que tienen en general todos los trabajadores de Niñez y Adolescencia son totalmente precarias, en el sentido de que el impulso económico o la ‘bajada’ económica, se da a través de ONG’s que son organizaciones de la sociedad civil que se encargan de ejecutar estos programas. La situación es precaria en el sentido de que estamos en negro, tenemos una autonomía relativa en cuanto a poder hacer y deshacer cosas, pero que a su vez nos deja muy solos en los problemas más graves.

Los lineamientos generales de actuación los provee el estado provincial, pero la ejecución de las políticas depende de los aportes de las ONG’s y del trabajo casi solidario, de la conciencia social de los trabajadores militantes, exclusivamente. Ese es uno de los grandes problemas que tienen estos lugares.

En La casita de La Unión se logró que el equipo tenga esa conformación pero en la mayoría de los lugares parecidos a ‘la casita’ la gente que trabaja es más que nada gente que tiene voluntad, que son solidarios, y que se resignan a poder cobrar muy poco.

¿Ustedes perciben un salario?

L.A.: No, lo que recibimos es una especie de beca para el CDR, no salario para los trabajadores. Nosotros decidimos destinar parte de ese monto para los trabajadores. Lo que hacen en otros CDR es recibir la beca y esa beca la utilizan para hacer un viaje anual, u otras necesidades materiales del lugar. Nosotros tomamos la decisión, tratando de cambiar esta lógica, diciendo bueno, necesitamos que los trabajadores estén pagos para que podamos sostener estos trabajos, más en un lugar donde es difícil acceder es difícil conseguir gente que quiera laburar.

Uno de los grandes problemas de estos lugares es que los trabajadores nos son considerados tales, porque nosotros trabajamos por la efectivización de los derechos de los niños y adolescentes en el marco de la ley 13.298 que es la ley de Promoción de los derechos de la Niñez y de los Adolescentes, que en los papeles es muy linda, es muy progresista pero que a la hora de la ejecución es totalmente contradictoria porque nosotros estamos defendiendo los derechos, tratando de garantizar los derechos de los pibes, y nuestros derechos están vulnerados en su totalidad, como trabajadores, como personas. Entonces esta es una de las principales problemáticas, los equipos de laburo no se pueden sostener, se pierde el vínculo.

¿Cómo trabajan con respecto a otras organizaciones?

L.A.: Ese es otro de los grandes problemas. Los espacios de coordinación y organización con otras organizaciones generalmente se han vaciado, nos es difícil acudir a reuniones, por esta cuestión de que estamos sobreempleados. Además de laburar en la Casita, tenemos que estar laburando en otros lados para poder sobrevivir. La organización de los trabajadores de Niñez y Adolescencia hoy por hoy es casi nula. Sí hay intentos como el Consejo Local de Niñez, el Foro, son intentos pero que no prosperan.

¿Cuáles son las políticas locales, municipales, al respecto?

L.A.: Con respecto a las política municipal, como decía, por ejemplo, en relación al transporte público, es algo que lo venimos luchando hace mucho tiempo, que el recorrido de los colectivos pueda ser continuo en el lugar. La política de Niñez y Adolescencia del Municipio en los barrios, en la periferia, no se ve. Y si se ve es generando más comisarías, generando más momentos de represión para los pibes, de no ver los problemas que están pasando, de criminalizar a los pibes. Creemos que estamos bastante solos y en solitario laburando con los chicos.

¿Cómo se conforman los núcleos familiares del barrio?

L.A.: Se trata de grupos muy vulnerables, familias que tienen problemas estructurales en sus casas, con padres ausentes, hay muchas madres jefas de hogar que conducen el hogar, donde la ausencia del Estado se nota más que en otros sectores. Hay mucha precariedad en muchos sentidos, no son capaces de poder ver la potencialidad que tiene el barrio, que hay mucha gente que tiene la fuerza para poder salir adelante, que lucha día a día, que no se queda. El discurso de los planes no es el que se dice. Las políticas de asignación, de terminación de secundario, de progresar, han ayudado un montón a los pibes y los adultos.

En la Casita, desde hace un año y medio empezamos a ver que las políticas públicas que se implementaban tenían que llegar al barrio de alguna manera, debido a que en lo local no llegaban creímos que era muy importante que se abran las puertas de la Casita para que se pueda ejecutar el plan Fines, para que se brinde información sobre asignaciones, sobre documentación. Democratizar la información para que las familias se enteren de cuáles son sus derechos, cuáles con sus beneficios. Es nuestra manera de ver la política pública porque entendemos que la población tiene que acceder, como se trata de la única institución del barrio que existe, abrimos las puertas de la Casita para que la gente conozca los programas que se están implementando.

Por Erica Lanzini para Lado V

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