Política

Homenaje: con Lunghi en la barra y Ersinger ausente, llegó “Camus” y casi se pudrió todo

24/03/2015

La sesión extraordinaria del Concejo Deliberante que se realizó esta mañana en homenaje a los 32 desaparecidos de Tandil y sus familiares, tuvo los ingredientes que la cuestión de los derechos humanos viene provocando desde hace años en el radicalismo, el kirchnerismo y ahora el Pro & Frente Renovador. Con las tensiones suavizadas en los discursos, una cita in extremis del concejal Adolfo Loreal (UCR) tomada del monumental escritor Albert Camus produjo un áspero cortocircuito con un militante peronista. (FOTOS).

Fueron 58 minutos de discursos divididos en seis oradores, pero el fragmento que pronunció el psicoanalista Adolfo Loreal –quien deberá revisar la sincronía de la dialéctica que ejerce en su consultorio privado con la de su banca en el Concejo Deliberante-, prendió una mecha que se había conservado en estado latente durante toda la sesión. Sólo la vasta experiencia del presidente del cuerpo, Juan Pablo Florik, logró que la cosa no pasara a mayores, aunque para ello abortó las palabras que estaban pendientes de los ediles Eduardo Ferrer y Beatriz Fernández, dando por terminada la sesión.

En el clásico contexto que divide a radicales y peronistas por la centralidad de los derechos humanos desde que Néstor Kirchner bajó el cuadro de Videla, hecho que suele leerse como el acto fundacional del kirchnerismo, desplazando el tutelaje que el radicalismo había impuesto desde el Juicio a las Junta Militar señalando a Raúl Alfonsín como el “Padre de la Democracia”, había terciado una opción aún mucho más inquietante: la planificada deserción del macrista Claudio Ersinger, quien no ocupó su banca en la sesión extraordinaria de este 24 de marzo, a 39 años del golpe cívico-militar que instauró la dictadura y el terrorismo de Estado en Argentina.

El bloque Pro-Frente Renovador creyó matizar este vacío con las presencias de Pablo Díaz Cisneros y Beatriz Fernández, y si bien nadie cargó explícitamente las tintas sobre este destrato de Ersinger hacia los desaparecidos tandilenses y sus familiares, quien estuvo más próximo en la velada crítica fue el concejal del FPV Rogelio Iparraguirre, sobre todo en un tramo de su alocución cuando enfatizó que la política era esencialmente discutir ideología, y que de ninguna manera podía pasarse por alto expresiones tales como “los derechos humanos son un curro”, que pertenecen al corpus textual de la derecha argentina que encarna Mauricio Macri. La banca vacía de Ersinger contrastó con la solitaria presencia de Miguel Lunghi en la barra, mezclado entre los militantes de derechos humanos que portaban sus carteles con los rostros de los desaparecidos tandilenses.

Los discursos de Pablo Bossio, Juan Pablo Frolik, y Rogelio Iparraguirre se sostuvieron cada uno en sus historias de militantes políticos entregados a una causa política, con un pasado donde nadie puede salir indemne, y donde ninguno pretendió hacerlo: este rasgo fue quizá lo más sobresaliente de la sesión. La mirada directa a los ojos de Frolik a Bossio a la hora de recordarle el indulto de Menem, o viceversa cuando el presidente del bloque del Frente para la Victoria historió las leyes de obediencia debida y punto final, describieron de alguna manera los vaivenes azarosos y dolorosos de los últimos treinta años de la democracia argentina. El médico y edil Díaz Cisneros, claramente la excepción a lo que se considera un cuadro político tradicional, fue breve en sus palabras que leyó refutando los lugares comunes de cierta retórica como el “algo habrán hecho” y expresiones afines a la hora de culpabilizar a los desaparecidos, y centrando sus palabras en el dolor irreparable de perder un hijo, haciendo referencia a que a él mismo le había tocado pasar por esa dolorosa experiencia.

En discursos con pocas citas –con excepción del silogismo de la influyente filósofa alemana Hannah Arendt- que trajo a colación Iparraguirre al señalar la conquista del derecho a la política como savia de una democracia viva, faltaba el epílogo. Tras la lectura y el “Presente, ahora y siempre” de cada nombre de cada desaparecido tandilense, pidió la palabra el terapeuta Adolfo Loreal, quien, dicho sea de paso, ya había tenido algunos problemas hace un tiempo cuando su torpe manejo de la red social Facebook lo llevó darle un “me gusta” a una página que exaltaba el terrorismo de Estado, cuestión que le provocó un severo disgusto. Y Loreal volvió a quedar en el centro de la escena. Pues eligió la figura de un intelectual extraordinario, quien fue célebre a mediados del siglo veinte no sólo por sus obras sino debido a sus polémicas políticas e ideológicas con Jean Paul Sartre: el argelino Albert Camus. Pero el error de concepto del psicoanalista fue grave al elegir el fragmento de un texto de Camus pronunciado en el contexto del nazismo ocupando Europa, y por elipsis trayendo la cita a la historia argentina de los últimos cincuenta años y, como también interpretaron algunos, al tiempo presente.

El psicoanalista empezó su oratoria diciendo que, tal vez por defecto profesional, no podía no dejar de relacionar el dolor de quienes han sufrido con la necesidad de repararlo.  “Este dolor de las familias no se disuelve… aunque hayan pasado 39 años. Y en ese sentido pensé qué podían hacer ellos o qué han hecho otros en una situación similar en momentos dolorosos de la historia de la humanidad. Y volví a reencontrarme con Albert Camus, un escritor que escribió sobre la ocupación nazi en la Francia. Escribió en una revista que se llamaba ‘En Combate’ y después fue invitado a dar una disertación en lo que era la Sociedad  de la Amistad en Francia el 15 de marzo de 1945, y me detuve en esas palabras, y en la necesidad de reparar el dolor para una vida mejor. Y si ustedes me voy a permiten voy a leer un par de fragmentos de Camus para estas familias. La esencia de estos discursos reposa en el odio y la confrontación instalados durante cuatro años de la segunda guerra. Dirá Camus: ‘Lo que se opone a la amistad es la mentira y el odio. No haremos nada por la amistad si no nos libramos de la mentira y el odio. El mundo se ha entregado a un despliegue de odio como jamás hubo igual. Hombres y mujeres como ustedes y como yo por la mañana acarician las cabezas de los niños en el subterráneo y por la tarde se convierten en verdugos, en funcionarios administrativos del odio y la tortura. Una vez que parte el odio del verdugo nos quedamos con ese odio encima y sin destino. Debemos librarnos de todo esto. Hay que sanar esos corazones envenenados. La sed de odio debe volverse un deseo de justicia. No debemos hacer ninguna concesión a la violencia ni permitir que nuestras pasiones nos enceguezcan. He aquí lo que todavía podemos hacer por la amistad. Aun vemos como algunos periódicos se entregan a la violencia y al insulto; de este modo uno se rinde al enemigo. Por el contrario, se trata para nosotros de no permitir jamás que la crítica se mezcle con el insulto. Se trata de armonizar la libertad del individuo con la armonización colectiva de la sociedad. Conciliar entonces justicia y libertad. Que la vida sea libre para cada uno y justa para todos. Ante perspectivas aterradoras percibimos que la paz es la única forma que vale la pena instaurar, y esto no es ya un ruego, es una orden de los pueblos hacia sus gobiernos’”.

Apenas Loreal concluyó la cita, a su espalda retumbó un vozarrón hosco y duro, el del militante político Walter Fernández, quien desde la barra portaba un cartel con el rostro de un desaparecido. Fernández le espetó: ¡Usted está completamente equivocado! ¡Aquí no hubo una guerra y nosotros no estamos fomentando el odio!”.

El edil radical se dio vuelta y su rostro se tornó lívido. Los ocupantes de la barra empezaron a cantar; Loreal no respondió el retruque de Fernández, y si pensaba hacerlo rápidamente Frolik tomó por un atajo políticamente correcto: entre los cánticos y las reprobaciones a Loreal, pidió por el micrófono un nuevo aplauso para los desparecidos tandilenses y sus familias. Y en el acto dio por terminada la sesión. Ferrer y Beatriz Fernández se quedaron con ganas de hablar. Cosa que no le ocurrió a Claudio Ersinger, cuya ausencia fue por demás elocuente y tiene todo el signo demagógico de haber empezado su año electoral con señales directas hacia su propio electorado. Razón más o menos parecida a la sorpresiva presencia de Lunghi en la barra, un jefe comunal hasta ayer no muy apasionado por la cuestión de los derechos humanos. Camus lo hizo posible.

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