Política

El hombre que regaló veinte años de trabajo

06/03/2015

En 2003 cuando Miguel Lunghi lo convocó para ser parte de su equipo de gobierno, Ernesto Palacios trabajaba de empleado en Calzados Alteza. Y el día que asumió la función pública, tomó una decisión sin retorno donde literalmente regaló veinte años de trabajo en blanco.

-No hagas eso, es una locura –le dijo un amigo suyo, cuando se enteró.

-Es lo que corresponde hacer –lo cortó Ernesto.

Y sin más fue esa mañana a trabajar y le presentó la renuncia al dueño de Calzados Alteza. Palacios era personal administrativo de un negocio que formaba parte de su propia vida. Con un pedido de licencia sin goce de sueldo hubiera bastado, sobre todo teniendo en cuenta su nuevo destino laboral: la incertidumbre de un cargo político en la función pública. Pan de hoy y hambre para mañana.

Sin embargo, sus amigos no pudieron convencerlo. Y así, el ex director de Turismo le regaló a su empleador, años más, años menos, unas dos décadas de trabajo como empleado en blanco.

Este ejemplo in extremis podría definir la identidad del hombre que acaba de cesar en sus funciones al frente de una dirección ultra demandante para el paradigma de la ciudad-éxito que visualiza este industria sin techo visible. Palacios es un hombre ampliamente vinculado a distintos segmentos de la comunidad, sobre todo el deporte y la cultura, y al frente de la dirección de Turismo, merced a su perfil netamente componedor, logró el casi unánime apoyo de los prestadores, un hecho que vale la pena remarcar ya que al funcionario le tocó interactuar con emprendedores de un sector muy difícil de conformar, por decirlo elegantemente.

Dejó en su gestión una definición central que describe la idiosincrasia mental del Tandil turístico. “Tandil es una ciudad con turistas, no una ciudad turística”, señaló. Amigo de las simetrías de la historias, en otra oportunidad expresó que “Época de quesos es hoy lo que en los 90 fue la Posada de los Pájaros”. Palacios, según fuentes de este portal de noticias, tuvo una muy fluida relación con el personal de su área. Y una tensión que fue constante y en aumento con su inmediato superior, el Secretario de Desarrollo Local, Pedro Espondaburu. El último entredicho fue virulento y público, con testigos, y marcó en cierta forma la tendencia de un cambio que se venía postergando. Cuesta imaginarlo a Palacios en el contexto de una situación violenta, habida cuenta de su personalidad apacible y su salud oscilante. Varias veces el funcionario liberó las manos del intendente y todas esas veces Lunghi lo confirmó en el cargo. El punto sin retorno llega a muy poco tiempo de expirar la gestión y se matiza con el suspenso, habida cuenta de que Lunghi prefirió hasta ahora no revelar la nueva función –si la hay- del ex empleado de Calzado Alteza.

Con familia numerosa, sin casa propia, sin auto desde siempre y con un sueldo que no es lo que la comunidad suele imaginar de un funcionario público, Palacios se las arregló para estar donde debía estar hasta que las pilas comenzaron a gastarse. Los vaivenes de su salud pero sobre todo las intrigas de la política que orbitan alrededor del poder, lo fueron desplazando de un cargo donde se ganó el respeto de propios y extraños. Sin la zapatería a donde volver después de la larga batalla, es probable que su destino quede más cerca de un ámbito que le resultará más familiar y menos hostil: el espacio de la cultura. La gestión de Miguel Lunghi allí también precisa de gente con ideas nuevas, ganas de hacer cosas y ningún ánimo de serrucharle el piso a nadie. En ese sentido, Ernesto Palacios es una rara avis de la política. Siendo como es, duró mucho en funciones. Ha sido, sobre todo, un hombre de lealtad profunda al intendente. Llama la atención que Lunghi, todavía, no se haya pronunciado al respecto.

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