Policiales

El ladrón inexplicable

25/07/2014

Es de suponer que las cosas no le venían saliendo bien en la vida. Nacido en Paraguay, residente en Tandil, trabajaba hasta ayer –que cayó preso- de peón de albañil. Tenía una existencia ignota hasta que se le ocurrió entrar a un negocio de videojuegos y robarse 10 pelotas de fútbol y una aspiradora (¡¡??). Quedó preso.

Su caso se instala en la categoría del ladrón incomprensible. No robó plata, ni joyas, no vulneró una caja fuerte, ni una caja de seguridad. No hizo un boquete para entrarle a un banco, no se llevó de arrebato una billetera, ni un auto o algún pasacasette que haya sobrevivido a la modernidad. No es un pateapuerta, ni tampoco un merodeador de gallineros ajenos. ¿Qué es entonces?

Ayer el hombre entró a un comercio de videojuegos de la calle San Martín 657. A las cinco de la tarde, tal como empieza el trágico poema que Federico García Lorca le dedicó al torero Ignacio Sánchez Mejías. Caminó de forma resuelta y en completo silencio hasta el depósito del local y se cargó una aspiradora. De paso levantó una bolsa de consorcio con 10 pelotas de fútbol. Y así pretendió huir del negocio, disimulando, para que no lo vieran. Que hubiera sido como no ver una jirafa dentro en un ascensor. Ganó la calle y predeciblemente fue corrido por el dueño del local, Javier Echevarría, de 27 años. Efectivos policiales que andaban de rondín detuvieron al hombre en el acto, pues además la fuga se vio ostensiblemente complejizada por el peso del equipaje de la bolsa de consorcio color negra con 10 pelotas de fútbol y la aspiradora marca ATMA. Si a cierta edad se hace difícil correr media cuadra detrás del colectivo, la fuga del albañil con semejante lastre se pareció a un ser que pretendía correr en reversa a toda velocidad pero en ojotas.

Su nombre no pasará a la historia como el modelo del ladrón exitoso: se llama Román Sotero y tiene 36 años. Vive en la calle Azucena 140. Está detenido en la Comisaría 1º,  acusado de “Hurto in fraganti delito”, y a disposición de la UFI 21 a cargo del Dr. Luis Piotti.

El robo, según algunos expertos, rompe con el patrón cultural del delincuente: robarse 10 pelotas de fútbol y una aspiradora (sobre todo ¡una aspiradora!) es un acto conceptual y empíricamente inefable. No hay ninguna compatibilidad lógica y mecánica entre una pelota de fútbol y una aspiradora, dice el perito Roberto Meninges.  Es probable que su caso ni siquiera estuviera contemplado en la obra de Cesare Lombroso (1835-1909), médico y criminólogo italiano, autor de una disparatada teoría: creía que la concepción del delito era el resultado de las tendencias de orden genético, observables en ciertos rasgos físicos o fisonómicos de los delincuentes habituales (asimetrías craneales, determinadas formas de mandíbula, orejas, arcos superciliares, etc.). Dicho en criollo: Lombroso sostenía que un hombre era ladrón porque tenía morfológicamente cara de ladrón. Resta decir que su teoría fue abundantemente refutada, hasta quedar en el olvido.

Quienes lo vieron de cerca aseguran que el rostro de Sotero se acercaba a la forma de un piadoso signo de pregunta. Nadie entiende muy bien qué quiso hacer una tarde de invierno, a los 36 años, robándose unas pelotas de fútbol y una máquina de aspirar mugre. A una edad, en la generala de la vida, donde al albañil todavía le faltaba bastante tiempo para pedir que le tachen la doble.

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